Se trata de un cerro-testigo o colina de unos 20 m. de altura, con una extensión habitable de poco más de media hectárea, situada en el centro del valle del río Cigüela y ocupado entre los siglos VII y III a.C. cuya población contaba para su defensa de una gruesa muralla de metro y medio de anchura.
Entre el material recuperado se han encontrado algunos objetos artísticos como son restos de cerámica pintada, copas áticas de uso ritual o funerario, fíbulas o broches en bronce así como colgantes de conchas marinas, lo que nos indica la relación comercial existente con otros núcleos habitados inclusos lejanos y el gusto por poseer bellos objetos artesanales.
Tras años de lucha y resistencia, el territorio ocupado por el pueblo celtíbero fue finalmente incorporado al territorio romano en el siglo II a.C.