La hornacina, que en su parte superior queda cubierta por el referido gran arco renacentista cuyo intradós se decora con casetones en forma de florón, contiene al interior, sobre una mesa de altar, una pintura realizada en su muro con la representación del titular sobre lienzo, mostrándonoslo vestido de guerrero, con su habitual armadura y el manto y ropajes al aire y alas desplegadas venciendo al demonio que tiene a sus pies y representado con busto humano y el resto en forma de animal como serpiente que se retuerce a los pies del arcángel.
Este lienzo es una de las más bellas pinturas del renacimiento conquense, atribuída al pintor manierista Bartolomé Matarana.
Bajo el arco, en los laterales de la hornacina, aparecen los lienzos de Santo Domingo de Guzmán y San Ildefonso.